lunes, 27 de enero de 2014

Anégdotas colectiveras

Viajaba en el 99 parada al lado de un señor mayor. Una chica sentada cerca nuestro libera su asiento y se lo cedo al él. Se niega, aunque es evidente que tiene sus buenos años. A pesar de que le insisto, me repite que no, por lo que agradezco y me siento. Cuando ya me acomodé, se inclina hacia mí y me dice casi en secreto ¨todavía puedo bailar tango¨. 

No paro de sonreir.