sábado, 8 de febrero de 2014

Adamo II

El lector atento habrá notado que el posteo anterior se llamaba Adamo III.  Tal vez dicho lector sea fiel seguidor de mi blog, en cuyo caso no solo notó que faltaba el Adamo II sino que el post siguiente a Adamo III es Adamo II.

Quienes me conocen saben que los números no son mis amigos, pero en este caso el problema era otro: Adamo I fue el primer poema que le escribí a mi ahijado (casualmente se llama Adamo) y escribí un segundo poema al año de su nacimiento, no publicado hasta hoy.

A propósito, pensé que sí lo había publicado...

Adamo II

Un año atrás
Bajaba del cielo
Un ángel moreno

Sus ojos grandes
Sus manitos abiertas

Cielo
Inmenso, cambiante
Tu aire tibio
Viento inquieto
Que juega y que canta
Una vida nueva

Un año a
Mira el ángel muchos ojos
Risas congeladas
Detrás de un vidrio


Dados blancos
Ojos chinos
Ríe él

Sus dados chiquititos

Febrero del 2012



jueves, 6 de febrero de 2014

Adamo III

Hoy se cumplen tres años del domingo más lindo que viví.

Cuando fui a estar con mi amiga del jardín, mi hermana del alma, a estar con esa amiga de hace tantos años que no recuerdo la primera vez que jugamos juntas.  Con la única amiga que no tengo memoria de que no existiera en mi vida.

Fui a darle una mano y que la apretara con todo porque adentro suyo mi negro estaba haciendo mucha fuerza para salir.

Nosotros también estábamos haciendo muchísima fuerza mental para que saliera, para que estuviera sano, para que se diera cuenta ni bien naciera que de este lado del mundo lo estaba esperando mucho amor y que al segundo de salir entendiera eso.  Que vinimos al mundo para ser felices.

Y su presencia me hizo feliz a mí.  Tan pero tan feliz estaba que salí de la clínica un domingo a la noche, de una clínica pequeña en el horrible barrio de Once y me fui caminando por esas calles feas un domingo a la noche.  Un domingo con aire triste de domingo, con calles feas de Once, con gente revolviendo la basura, gente con cara de domingo triste en una calle fea de un barrio horrible.

Pero en el medio de ese barrio horrible, de esas calles feas, de la gente pobre que revolvía la basura yo era inmensamente feliz.


Me reía sola.  Me reía fuerte, con todo el cuerpo.  Miraba adelante y me reía caminando, invadida por una felicidad nueva para mí, que solamente entiende el que vio una vida que acaba de nacer, el que como yo, cree que el mundo es suyo hasta que de golpe aparece un Adamo y entiende que ya no es dueño de su vida nada más sino que ahora juega un papel en la vida de otro.

De una vida que empezó un seis de febrero del dos mil once